Sunday, August 27, 2006

La noche


Caminar, solitaria, por las calles.
Caminar, sintiendo el frío del invierno revolotear en mis manos.
De noche, la ciudad es otra. Y me cautiva.
La seducción de la oscuridad se torna mágica, como las palabras a la hora de partir.
Sé que no tengo a nadie a quien ver, ni hablar, e incluso a veces ni pensar siquiera... sólo camino, entre los rostros que dibujan las sombras cuando el sol no las ve.
Se esconden, se mezclan, juegan y se asustan de verme pasar tan sola, tan mías...
Sigo caminando y las calles son pasillos, túneles y callejones sin salida... ¿sin salida para quién? ¿Para mí, que los recorro con el sentimiento imperioso de pertenecerles? ¿Para él que también camina, pero por otros mundos? ¿Tan distintos son allí? ¿Tan mágico su vuelo?
Temo encontrarlo, pero el temor no apacigua mi deseo...
Poder compartirlo, quizás, sería imposible.

La calle de noche, tiene otras cosas reservadas, a veces escondidas entre las hojas oscuras... sombras, sombras que dicen cosas, o que ME dicen cosas.
¿Qué dirán cuando me ven pasar? ¿Qué pensarán de mi cabeza revolucionada por el viento?
¿Qué cosas no dicen ni van a decir nunca?
Miro a la gente, pero no miran, no ven... sólo caminan sintiéndose otros.
Y es que la noche tiene algo.
Un algo que hace florecer el alma de los débiles y apaciguar el sonido de los fuertes...
y es que la noche, sólo le pertenece a unos pocos.

¿Y si le cuento? ¿Si le cuento la infinidad de cosas que esconde el sol? ¿Qué salen solo cuando nadie las ve?
A lo mejor se sienta ofendido, o a lo mejor intrigado por el dulzor de mis palabras.

Aun cuando no las escuches, aun cuando te hayas ido, aun en mundos tan distintos, aun siendo otros ojos y más aun cuando ni siquiera intentes descubrirlas.

Tuesday, August 22, 2006

Period(ico)


La subjetividad de las historias siempre verdaderas, desbordan el papel.
La gente vive (o no tanto), cree, distorsiona.
Las luces alumbran cada vez menos, mientras que en un cínico par de hojas secas se define el destino de los que sufren.
El blanco, nunca tan blanco, parece seducir a las mentes que no piensan, que fluyen como el agua en el río de la ingenuidad o la ignorancia.
El negro, contrapartida, antítesis de la vanidad, sueña con ser entendido o leído de otro modo, entrelíneas, para comprender el significado del color.
Oscuro, desafiante... que destiñe.
Las fotos con muecas siempre parecidas ya no tientan.
Y las ganas, cada vez menores, de leer y enterarse lo que nunca nadie contó...

Wednesday, August 16, 2006

Viaje

Viajar... escapar, irse lejos.
El jueves parto.
Mis ojos ansiosos de ver lo que es salir de esta ciudad ingrata (por lo menos unos días) en el medio de la rutina.
El bolso, casi vacío.


Me llevo lo que tengo: lo que soy, lo que fui una vez, lo que voy a ser cuando este ahí.
Y aunque todavía no lo sé, imagino la paz.
Los caminos que se abren, llenos de un aire distinto, más liviano.
Las charlas, los planes que siempre discutimos aunque dudemos de que puedan ser llevados a cabo algún día.

Me voy para otros lados, con un bolso, poco abrigo y mis amigos del alma.
Me llevo lo indispensable... un libro, una música, un vestido y un amor.

Saturday, August 12, 2006

Mi ángel


Yo tengo un ángel.

A lo mejor, existe gente que no tiene un ángel como yo... No lo sé.
Pero de cualquier manera, yo me siento especial teniéndolo.
Porque sé que es único, y que seguramente yo seré única para él.

Yo no sé si existe alguien que no tenga un ángel,
Pero no debe ser fácil conseguir uno.

En realidad, porque uno no lo elije, ni lo encarga, ni lo compra,
Es un regalo.
Y es por eso, que nada importa cuánto tengamos ni cómo lo utilicemos,
Porque los ángeles elijen a uno y permanecen toda la vida.

Me pregunto si yo también seré el ángel de alguien...

Tuesday, August 08, 2006

Listas cambiantes


Hoy desde que me desperté me puse a pensar en las cosas que me faltan por hacer.
Esas cosas que uno siempre dice que va a hacer en la vida cuando piensa que la vida es tan larga como para poder llenarla de cosas.
Y en realidad no es ese el problema, porque a mis 20 años considero que la vida es larga y que está bien llenarla de cosas (algo así como un baúl de recuerdos), sino que el problema es aún mas profundo.
Supongo que la clave, el eje por el cual se sostiene este conflicto, es que la gente no sólo piensa que la vida es larga sino que la longitud de la vida es lo que nos permite tener mucho tiempo (demasiado tiempo) para hacer las cosas que queremos hacer.
Y me pregunto, ¿es realmente así?
¿Cuántas cosas nos damos cuenta que podríamos haber hecho y no hicimos?
Lo que es peor es que en general consideramos esas cosas como "incumplidas" (no incompletas, sino incumplidas), irrealizadas, y además consideramos que son irrealizables. Porque es muy común, que las cosas que quisimos hacer y no hicimos no se puedan hacer ahora... es decir, que siempre tendemos a pensar que "ya pasó el momento" o que "estamos viejos para esas cosas".


¿Y entonces qué pasa? Pasa que vivimos dejando cosas pendientes, cosas que mas adelante nos parece que haremos, cosas que pensamos que en este momento son imposibles de realizar (o porque ahora no podemos o porque ya pasó su hora) y nos refugiamos en nuestras rutinas, y les echamos la culpa por todo lo que no nos permiten hacer.

No buscamos el momento,

No nos hacemos de ningún tiempo,
No evaluamos lo que estamos haciendo de nuestras vidas,
Simplemente dejamos que las cosas pasen y vamos tachando de la lista las cosas que no hicimos pero que tampoco vamos a poder hacer.

Hoy desde que me desperté, me puse a pensar en las cosas que me faltan por hacer.

Me di cuenta que son muchas. Algunas mas urgentes que otras, mas posibles, mas genuinas, mas difíciles.
Es cierto, también, estaba pensando esta mañana, que hay algunas cosas que debo tachar de la lista porque ya no forman parte de mi (tal y como soy ahora).

Me refiero a que con el tiempo uno va cambiando, y cosas que antes le parecían dignas de ser tomadas en cuenta como cosas para hacer, con el tiempo pierden todo sentido.

Así es que hoy, además de pensar todas estas cosas, decidí reformular mi lista de cosas para hacer. Saqué las cosas que no tenían importancia ahora, agregué cosas que había omitido en algún momento y decidí que a pesar de que la vida es larga, las cosas hay que hacerlas con tiempo.

Saturday, August 05, 2006

El invierno

Me parece que estoy triste hoy...
Me levanté y me pesaba respirar, como si el aire no pudiera entrarme en los pulmones.
Después salí de mi casa, y el frío tan frío me hizo casi llorar.
Y cuando pensé en qué podía ser, me acordé que una vez alguien me habló de esta sensación, y que en realidad recién en ese momento entendía que el invierno, el frío, el desamor, la tristeza, la angustia, eran una sola cosa.

Pensando en eso, miraba por la ventana del micro, y sorprendí a mi reflejo devolviéndome una sonrisa, por lo menos una, aunque casi imperceptible.

Creo que nadie se hubiera dado cuenta, y de hecho ni siquiera me preocupé en mirar a los demás, que como yo, estaban esperando que el día de trabajo se pasara rápido, como cuando a uno le sacan una curita del brazo de un tirón, para que no duela tanto.
(No es que duela menos, sino que el dolor es significativamente mas corto)

Y entonces ahí estaba yo (retomando) con el alma en los pies fríos de zapatillas sin medias, sin poder explicarme cual era el motivo de tanta tristeza, y sin embargo con una sonrisa.
Pensé que mi reflejo me estaba jugando una mala pasada, tal vez se estaría burlando de mi inocencia. Pero después, (haciendo un esfuerzo grato de memoria) recordé eso que una vez alguien me dijo del invierno. Eso era, el invierno.

Hoy conocí el invierno, y en realidad, no fue del todo displacentero.
Pensé (siguiendo con la única actividad que parecía querer salir de mi cabeza hoy) cuándo había empezado a sentirme triste... desde la mañana, o quizás desde antes ya...
Pero no podía definir exactamente desde cuando, y como siempre, mucho menos podía exigirle a mi cabeza que me dijera un porqué.
Qué me pasa? me pregunte mil veces y la verdad es que no logré que mi cabeza plasmada de rulos aplastados por el sueño me contestara...

Bien, decidí no hacerle caso a mis exigencias y para ese entonces ya habíamos llegado, lo cual fue un alivio para el reflejo en mi ventana (en todo el viaje no había parado de sonreír).

Pasó el día, y por esas horas, entendí que mi tristeza se había pasado. Y ahora? Me sentí desnuda, no sabía cómo había llegado a mí, y ahora tampoco sabía cómo se había ido. Adonde estaría la que fue mi compañera durante toda la mañana?

Me subí al micro de vuelta (no de nuevo, de vuelta, de regreso) y cuando llegué a mi asiento (mi estructuralismo hace que un asiento sea mío solamente) me encontré con mi tristeza.
Ahí estaba, tirada en el piso. La dejé que se subiera a mis pies (que estaban mucho más fríos y cansados que antes) y me sentí un poco mas acompañada.
Caminé de regreso a mi casa. Me costaba. El frío me inmovilizaba y mis pies sistemáticos pero confundidos, intentaban seguir el ritmo de mis ideas.
Llegué a mi casa, estaba vacía.

Me tiré en la cama y ahí me quedé. Sola.
o en realidad, no tan sola. Mi tristeza estaba conmigo.

Tuesday, August 01, 2006

La Plaza



Estaba esperando en la plaza. Esa en la que solemos encontrarnos, casualmente, cada vez que hay sol.
Con mi bolso apoyado en el pasto, y un libro nuevo (¡cómo me gusta empezar un libro!) espero ansiosa tu llegada.
Sé que vas a venir, un poco mas tarde, como siempre. Luciendo esos pantalones holgados, zapatillas cansadas de caminar y el pelo revolucionado por el viento de la tarde.
Simulo leer y mientras tanto, mis pensamientos vuelan a lugares recónditos de mi cabeza.
Y pienso en nosotros. Pienso que las relaciones a veces son extrañas, pero que la nuestra debe de ser la más extraña de todas. Y un poco eso me hace sentir especial. O en realidad, me hace sentirnos especiales, y otro poco me impulsa a pensar que estas cosas no terminan del todo bien.
Pensá cuando nos conocimos. No me gustabas en un principio, e incluso hasta viéndolo con cierta objetividad, creo que jamás pensé que me gustarías. Y sin embargo, tu universo, la luz, los libros, la música, la poesía y las palabras certeras hicieron que mis ojos te vieran distinto. O en realidad, que te empezaran a ver.
Pienso que el momento de la espera sea tal vez el mas lindo, y aunque mi ansiedad aumenta cada segundo por verte aparecer en la plaza, mi otro yo quisiera que nunca llegues, para perpetuar el sentimiento de la espera por mas tiempo.
Miro a la gente que camina. Algunos apurados, otros más tranquilos. Me doy cuenta de que no soy la única que mira. Casi todas las personas observan, mientras caminan a un ritmo constante, a quienes tienen alrededor. ¿Será por mero formalismo? ¿Por miedo a chocarse o para saber por donde caminan esos pies?
En realidad, prefiero pensar que la gente se mira para verse, para conocerse (aunque ese reconocimiento no dure ni siquiera un minuto), para encontrarse, para compartirse. Y pienso que es una lástima que existan tantos lugares en los que esa tarea que surge del instinto natural de las personas (por lo menos acá), no se pueda manifestar de la misma manera (y hasta a veces, de ninguna otra).
Miro a todos pasar, y me divierte jugar a adivinar sus vidas. Quiénes son, hacia dónde caminan, de dónde vinieron, cuál es su apuro, en qué piensan, a quién quieren.
Siempre hay alguien a quien se quiere? o a lo mejor pienso esto, porque casualmente mi espera tiene que ver con el amor. Y otra vez el aire entra más liviano a mi cuerpo, y vuelvo a pensarte.


Pienso que cuando llegues, nos vamos a mirar, y que sin tener que decirte nada, vas a suponer que estoy enojada porque otra vez viniste tarde y me hiciste esperar.
Sé que te vas a disculpar, no vas a ponerme excusas (porque de cualquier modo no te las creería) pero te vas a disculpar y me vas a decir que está en tu esencia, que yo debería saberlo y quererte con esas cosas.
Y yo te voy a decir que ya lo sé? y que claro que te quiero.
Entonces ahí, me vas a mirar con esos ojos que ya conozco tan bien, y me vas a dar un abrazo que dure, por lo menos, unas cuantas horas.
Y después a caminar. Se que vas a querer llevarme a algún lado distinto (como siempre). Que no te bancas estar siempre en el mismo lugar quieto. Y que el hecho de encontrarnos siempre en la plaza es algo que quisieras cambiar también. Y yo te voy a mirar, y vas a entender que no se puede. Que ese es nuestro lugar, y que no me molesta caminar para otros rumbos, pero que creo que encontrarnos ahí es algo sagrado.
Entonces me vas a decir que todo lo que voy a lograr con eso, es que mi recuerdo, esté en un sólo lugar. Esa plaza, por supuesto. Y que cada vez que pases por esa plaza redonda y llena de palomas vas a pensar en mí. Y entonces, te voy a contestar (con una sonrisa) que en realidad, eso es todo lo que quiero.

Y ahora me río acompañada de mis pensamientos. Y te veo que estas por llegar, y ya sabemos lo que pasa después.

Ingenua

Las cosas me sorprenden. Cada vez menos, pero lo siguen haciendo.
Pienso en mi niñez. ¿Qué cosas me sorprendían en ese entonces?
Supongo que todo me llamaba más la atención, o de alguna manera, siento que antes conocía menos que ahora lo que es el mundo y sus controversias.
Y es que cuando uno crece (no sin ninguna lamentación) se va infligiendo el propio dolor de sentir que todo es conocido, burdo y hasta redundante.
Sin embargo, yo misma desmiento la posibilidad de creer en todo (o en nada... dos caras de una misma maldita moneda), porque supongo que el hecho de sorprenderse tiene que ver también con la voluntad propia de cada ser de querer conocer más, de lo que supuestamente y tan mal intuidamente se cree que uno sabe.
Y ahí recaigo en la pregunta no menos importante de pensar que entonces, cómo podría uno conocer menos, a medida que el tiempo avanza, si es sabido que los relojes no esperan a la vera de un nuevo sol.

El tiempo avanza indeclinable, sale por los poros de quienes lo consienten y fluye como si fuera un río de amenazas valientes ahogando los gritos de los que piden ayuda. Arrolla con todo, no tiene piedad y solo avanza hasta a veces, destruyendo todo a su paso.
Pienso como hacer? cómo poder jugarle una pasada al destino, desafiándolo a creer en algo, o por lo menos a no descreer de todo.
La subestimación se torna insoportable en mi cuerpo y todo lo que pretendo es refugiarme en algún lugar donde las hojas caigan haciendo caso omiso de la tierra seca en la que deberán apoyarse y permanecer.
Y entonces, un haz de luz, diáfano, sutil, efímero, me ciega por un momento y me deja sin ver lo que hay... lo que estamos obligados a observar de la realidad aquellos a los que la vida nos ha tocado de una manera especial. Sin más que con un criterio justo y esclarecedor de cómo son las cosas en el extraño país donde las hojas nunca caen. Porque tal vez, eligen no animarse.
La tierra llena de cobardes que subestiman sin más las posibilidades de creer en algo, de sorprenderse, incluso de que un pétalo sea distinto, o de que una hoja no se rinda a caer.

Aunque en este momento no aparezca esa sensación, quizá eterna, que me ahonde en la explicación de este dilema (si es que la hay), por lo menos sé, sin seguridad, que aunque sea una sola persona en el infinito mundo de los traidores, me propongo hoy, no dejar de sorprenderme.